“(Jesús), cuando
terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y echad vuestras redes para
pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la noche hemos estado
trabajando, y nada hemos pescado; Mas en tu palabra echaré la red. Y habiéndolo
hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía… Y llenaron ambas
barcas,… Viendo esto Simón Pedro, cayó de rodillas ante Jesús, diciendo:
Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.”
Lucas 5:4-8
A
este hombre pescador, “hombre sin letras y del vulgo” (Hechos 4:13), del común y sin estudio o preparación
especial, en medio de su actividad
rutinaria, mientras lavaba sus redes, junto a sus compañeros, luego de una
jornada sin resultados, Jesús, pasando por este lugar vio:
1. Dos barcas vacías, sin ser usadas, cerca a la
orilla del lago.
2. Redes vacías; No habían peces.
3. Pescadores lavando sus redes, quienes habían
abandonado la pesca.
(Véase
Lucas 5:29). Al ver esto, Jesús subió a
la barca que pertenecía a Simón y le rogó que la apartará de la orilla; La
barca, ahora estaba ocupada por el Maestro, quien sentado en ella, enseñaba a
la multitud. Este cuadro tan sencillamente glorioso, nos está descrito en
(Lucas 5: 1-3). Pedro, sin saberlo, tenía en su barca, al Maestro divino, La luz
del mundo, El Hombre perfecto, en quien habita corporalmente toda la plenitud
de la deidad (Col. 2:9). Pedro estaba ante la presencia del dueño de todo y por eso, aun mas brilla su gloriosa
perfección, pues siendo Dios, era también, perfectamente hombre y es en esta
condición que ruega a simón, con una sencillez y humildad únicas, que aleje de
la orilla su barca; (Lucas 5:3). Pudiendo dar la orden a Simón no lo hizo, en
su lugar pidió, se despojó a sí mismo, se humilló a sí mismo, se hizo siervo;
qué contraste con nuestra naturaleza
orgullosa y soberbia a la cual le es imposible ser humilde. Por tal razón él
mismo nos dice: “Aprended de mi, que soy manso y humilde de corazón” Mateo
11:29. El es humilde, él es el único perfectamente humilde; el único agradable
a Dios. Ante la soberbia y el orgullo que tan fácilmente se manifiestan en
nuestra naturaleza humana, necesitamos con urgencia a Jesús en nosotros, aquel
que se despojó a sí mismo, obediente hasta la muerte, quien tomó forma de
siervo, (Filip. 2: 7-8). No es la humildad la que nos hace humildes, es él. El
mismo, Jesús. Si él está y dejamos que sea formado en nosotros, entonces su
humildad será la que se manifieste para
la gloria de Dios, pues es precisamente el deseo del corazón de Dios, hacernos
conformes a la imagen de su Hijo (Rom. 8:29). Es su gran propósito!, por eso
Dios mismo nos invita a mirar la gloria del señor, (2ª. Cor. 3:18).
Es
precisamente este Jesús divino, perfecto
y glorioso quien se hace presente en la vida de Simón, en un momento de
carencia de resultados, trabajo sin fruto, desgaste de energías sin resultados;
“Toda la noche trabajando y Nada” (Lucas 5:3); qué frustrante y desalentador!
(Véase Ecl. 1:3). En momentos así en nuestra vida, cuando las cosas no marchan
como habíamos planeado, cuando la adversidad se hace presente, Jesús viene a nuestro encuentro, y ante su presencia
el panorama cambia, la oscuridad se disipa, la tristeza, soledad y frustración
desaparecen; El viene y quiere estar a solas con nosotros como lo hizo con
Pedro, quiere que le escuchemos, recibamos su enseñanza, lo que tiene para
decirnos, quiere que hagamos como hizo Simón, sin discusión y con actitud
obediente, nos alejemos de la multitud para estar solo con él y allí, su divina
sabiduría será la que nos enseñe y nos guíe por donde solamente él sabe el
camino.
No
sabemos qué hacer? No sabemos dónde ir? No sabemos cuál es el propósito de Dios
para nuestra vida? Lo que hacemos, el estudio, el trabajo, la relación con mi
conyugue, con mis padres, no es lo que anhelamos? El quiere hablarnos, enseñarnos,
consolarnos, bendecirnos. Alejémonos de todo lo que nos impida escuchar su voz,
separemos tiempo y lugar para estar a solas con Jesús, nuestro divino maestro y
entonces sabremos qué quiere él. David pudo decir: “Mejor es un día en tus
atrios, que mil fuera de ellos” Salmo 84:10. Es mejor el tiempo en la presencia
del Señor, que toda la actividad, que hagamos lejos de él.
Ahora,
estando aparte de la multitud, el Maestro se dirige a Simón y le dice qué hacer.
Es el momento para obedecer. Es ahora cuando él, el divino Maestro da la
instrucción precisa y sin importar los resultados y experiencias anteriores,
ahora es él quien dirige, quien dice lo que hay que hacer y cuando el manda no hay
lugar a fracaso o equivocación; Simón respondió a la orden del Maestro: “En tu
palabra echaré la red” (Lucas 5:5). Su palabra es suficiente, para obedecer. El
no se equivoca, él lo sabe todo, él es el Señor. Esa fue la experiencia de
Simón, hizo lo que dijo el Maestro y el resultado fue bendición sobre abundante.
“encerraron gran cantidad de peces… Llenaron ambas barcas” (Véase Lucas 5:6-7).
La gloria del Señor se manifiesta, cuando sin refutar o cuestionar su voluntad,
hacemos lo que él pide. Moisés vio el mar Rojo abrirse ante sus ojos, Josué y
todo el pueblo, pasaron por el río Jordán en seco, (Éxodo 14:21-22; Josué
3:7-17). Simón Pedro, vio sus redes romperse y las barcas hundirse, donde
momentos antes no habían pescado nada; “Él dijo y fue hecho; Él mandó y
existió” (salmo 33:9). Era precisamente
este Dios eterno, el creador, el que es antes de todas las cosas (Col. 1:17),
quien se reveló a Simón. El Señor, dueño de todo lo creado estaba ante simón,
Dios hecho hombre, ante quién solo queda exclamar como lo hizo Simón: “Apártate
de mi Señor, Porque soy hombre pecador” (Lucas 5:8). No obstante, aquí es donde
la gracia sobreabundó, pues, el pecado debía ser juzgado, pero el pecador
recibir perdón y justificación y todo por la obra de Jesús en la cruz; Por eso
Simón, escuchó la voz del Señor diciendo: “No temas” (Lucas 5:10). Para Pedro,
iba a ser un hecho futuro, para nosotros es un hecho cumplido. Ya no hay temor,
ya no hay condenación, ya no hay separación entre Dios y el hombre, Cristo
Jesús lo hizo posible por su muerte en la cruz, que obra maravillosa y
completa, que descanso para el corazón; Ahora tenemos comunión con Dios por
medio de nuestro Señor.
Ante
tal gracia y gloria juntas, no es extraño que leamos de estos pescadores, y
Simón en primer lugar, que una vez en tierra, ”dejándolo todo, le siguieron” (Lucas
5:11).
¿Qué
estás viendo en Jesús? O ¿Estás tan ocupado con tus quehaceres que no has
escuchado su voz aun y conocido su voluntad para ti? ¿En dónde estás ahora? ¿Cuál
es tu prioridad? ¿Sigues perdiendo el tiempo lejos de tu Maestro y Señor? Escúchale. Él te llama. El te conoce, El sabe
dónde estás y sabe lo que es mejor para ti. El solo quiere bendecir tu vida. Y
tú. ¿Qué quieres?